La catástrofe climática ya tiene precio en España: 34.819 millones

Escrito por Resist.es — septiembre 14, 2025
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El verano más caro de la historia no lo pagarán las eléctricas ni las petroleras, lo pagará la ciudadanía.

EL COSTE OCULTO DEL DESASTRE

El nuevo informe coordinado por Sehrish Usman, investigadora de la Universidad de Mannheim, y con participación de economistas del Banco Central Europeo, pone cifras a lo que millones de personas ya sienten en su piel: el cambio climático no es un relato, es una factura. Este verano, solo en España, las olas de calor, la sequía y las inundaciones han dejado pérdidas de 34.819 millones de euros a medio plazo, sin contar los incendios de agosto. A corto plazo, el golpe asciende a 12.200 millones en 2025.

En el detalle está la magnitud: 10.700 millones en pérdidas por sequía solo este año, 27.600 millones hasta 2029. Las olas de calor suman 1.479 millones en 2025 y superarán los 7.200 millones a finales de la década. Todo ello sin incluir el millón de hectáreas arrasadas por las llamas en la UE en 2025, con Portugal perdiendo un 3% de su superficie en apenas dos meses.

Lo que este estudio recuerda es brutal: el clima extremo no destruye solo cultivos y carreteras, también paraliza economías enteras. Las olas de calor suprimen la actividad laboral y productiva, y el PIB se esfuma sin que haga falta un huracán para arrasar con la riqueza colectiva.

España, junto a Francia e Italia, aparece entre los países más afectados. No es casualidad: la periferia sur de Europa está pagando el precio de una crisis provocada por quienes más se benefician de la quema de petróleo, gas y carbón.

LOS RESPONSABLES NO SON ANÓNIMOS

El informe se publica justo antes de que los ministros europeos de Medio Ambiente se reúnan para debatir los objetivos climáticos de 2040. Mientras tanto, los 180 mayores emisores de CO2 del planeta siguen engordando sus balances y agravando la virulencia de estas olas de calor. Las empresas fósiles no solo sabían lo que ocurriría, lo planificaron y financiaron décadas de negacionismo para retrasar regulaciones que habrían evitado esta factura.

Señalar a la “incertidumbre” de las estimaciones es otro juego semántico. Lo incierto no es si habrá pérdidas, sino cuántas vidas y recursos más habrá que entregar antes de que los gobiernos se atrevan a tocar los intereses de las grandes corporaciones. La Comisión Europea plantea una reducción del 90% de emisiones en 2040 respecto a 1990. Un objetivo insuficiente y que nace debilitado frente a la presión de la extrema derecha y el negacionismo impuesto desde Washington por Donald Trump.

La aritmética es clara: 43.000 millones de pérdidas en la UE a corto plazo, 126.000 millones a medio plazo, un 0,26% del PIB continental volatilizado. Es dinero que podría destinarse a hospitales, a la educación pública, a reforzar las pensiones. Pero se esfumará porque el mercado energético sigue blindado frente a la democracia.

La crisis climática no es un fenómeno natural. Tiene nombres, tiene siglas bursátiles y se contabiliza en las cuentas de resultados de las petroleras, eléctricas y constructoras que multiplican sus beneficios mientras el campo se seca y los barrios se ahogan.

El termómetro que marcó 48 grados en Murcia el 18 de agosto no es un accidente, es un epitafio en tiempo real. Y mientras tanto, quienes gobiernan se reúnen en Bruselas a debatir objetivos para 2040, como si la gente pudiera esperar 15 años a que los despachos de la UE decidan si enfrentarse o no a las multinacionales del carbono.

La historia no se mide en gráficos, se mide en cuerpos exhaustos, cosechas perdidas y ciudades convertidas en hornos. Y lo peor es que todo esto, lejos de ser un aviso, ya es la normalidad.

El capitalismo fósil está cobrando su deuda. Y lo hace en vidas, no en dividendos.

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