Un estudio de Stanford alerta de que siete de cada diez tiburones únicos podrían desaparecer por culpa de la sobrepesca y la indiferencia política global
LA EXTINCIÓN ACELERADA DE LOS DEPREDADORES MÁS ANTIGUOS DEL PLANETA
Durante más de 400 millones de años, los tiburones han patrullado los océanos sin interrupción, sobreviviendo a cinco extinciones masivas, a glaciaciones y a meteoritos. Pero hay una fuerza a la que no logran hacer frente: la codicia humana. Según una investigación publicada en Science Advances por la Universidad de Stanford, el 70% de las especies más inusuales de tiburones está al borde de la desaparición, un dato que confirma la velocidad suicida con la que estamos desmantelando los cimientos de la vida marina.
El estudio muestra que las especies con rasgos más únicos y funciones ecológicas especializadas —aquellas que viven en la superficie del océano o en las profundidades abisales— son también las más amenazadas. En otras palabras, el capitalismo no solo mata, uniformiza. Lo que está en juego no es únicamente la supervivencia de los tiburones, sino la complejidad misma del océano.
“Si estas extinciones se consolidan, los tiburones se volverán más parecidos y simplificados, y el resultado será un mundo más aburrido y con menos diversidad de formas”, advierte Mohamad Bazzi, autor principal del estudio. La advertencia no es solo estética: cuando los ecosistemas pierden variedad, pierden resiliencia.
La investigación se centró en el género Carcharhinus, que agrupa especies como el tiburón toro o el tiburón oceánico de puntas blancas. De las 35 especies reconocidas, 25 están catalogadas como “Vulnerables”, “En Peligro” o “En Peligro Crítico” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Detrás de estas categorías burocráticas se esconde una verdad brutal: mares vacíos, equilibrios rotos y redes pesqueras que se llevan por delante siglos de evolución.
CUANDO EL CAPITALISMO VACÍA EL MAR
El estudio de Stanford también revela que las especies con dieta más especializada o cuerpos adaptados a nichos concretos son las que más probabilidades tienen de desaparecer. En cambio, las especies “promedio”, con dietas generalistas, resisten mejor la presión humana. La biología nos devuelve el espejo: cuanto más se parece una especie a lo que el sistema considera rentable, más posibilidades tiene de sobrevivir.
Jonathan Payne, coautor del estudio, lo resume sin adornos: “Con esta enorme pérdida de rasgos de tiburón, los humanos estamos deshaciendo todo este trabajo evolutivo que se ha realizado durante millones y millones de años”.
La metáfora es perfecta. La sobrepesca, la contaminación y la destrucción de hábitats no solo amenazan a los tiburones: están moldeando el océano a imagen del mercado, expulsando la diversidad para imponer la homogeneidad. Lo mismo que hace el neoliberalismo con la cultura, la educación o los medios de comunicación, lo hace con la vida marina.
Los científicos llaman a este fenómeno homogeneización fenotípica: los tiburones supervivientes se parecerán cada vez más entre sí. Menos variedad, menos función ecológica, menos futuro. La lógica del beneficio inmediato destruye la posibilidad de un equilibrio duradero.
El estudio ofrece una imagen devastadora: un océano de tiburones “promedio”, de tamaño medio, con cuerpos estandarizados, desplazando a los gigantes abisales y a los minúsculos depredadores de la superficie. El capitalismo convierte incluso al mar en una cadena de montaje.
Pero lo más grave es que la causa principal de este colapso sigue siendo la sobrepesca industrial, un negocio multimillonario protegido por gobiernos y corporaciones. La carne, el aceite, las aletas o incluso el colágeno de tiburón se venden en todo el planeta mientras las autoridades cierran los ojos. La llamada “pesca sostenible” se ha convertido en un eufemismo publicitario para ocultar la explotación total.
“Perdemos en prácticamente todos los sentidos cuando provocamos la extinción de especies”, sentencia Payne. Perdemos conocimiento, equilibrio ecológico, belleza y hasta posibles curas médicas. Pero lo más grave es que perdemos la capacidad de imaginar otro modo de habitar el planeta.
Porque cuando los tiburones desaparezcan, no solo se irá con ellos una rama de la evolución. Se irá una parte de lo que somos. Y el mar —ese espejo primigenio donde empezó la vida— quedará tan vacío como las decisiones políticas que lo condenaron.
Título:
El capitalismo devora al océano: los tiburones más singulares, al borde del abismo
Subtítulo:
Un estudio de la Universidad de Stanford revela que el 70 % de las especies de tiburones más inusuales podría desaparecer, borrando millones de años de evolución y equilibrio ecológico.
400 MILLONES DE AÑOS HASTA EL BORDE DEL COLAPSO
Durante más de 400 millones de años, los tiburones han surcado los océanos como superdepredadores esenciales para el equilibrio del planeta. Han sobrevivido a meteoritos, glaciaciones y extinciones masivas, pero no pueden sobrevivir a la voracidad humana y a la impunidad de la industria pesquera.
Una investigación publicada en Science Advances por la Universidad de Stanford advierte que el 70 % de los tiburones con rasgos más únicos está en peligro de extinción. Las especies más amenazadas son precisamente las que ocupan nichos ecológicos especializados, desde los abismos oceánicos hasta las zonas superficiales. Su desaparición implicaría una pérdida drástica de diversidad funcional: ecosistemas más pobres, más frágiles y menos resilientes.
“Si se producen estas grandes extinciones, los tiburones se volverán más parecidos y simplificados”, explica Mohamad Bazzi, autor principal del estudio. En lenguaje científico, lo llaman homogeneización fenotípica. En lenguaje humano, significa un océano aburrido, empobrecido y condenado a la uniformidad.
EL MAR, UNA FÁBRICA SIN ALMA
El estudio se centra en el género Carcharhinus (tiburones grises, toros y oceánicos), de los cuales 25 de las 35 especies catalogadas por la UICN están en peligro o vulnerables. Tras analizar más de 1.200 dientes de 30 especies, el equipo de Stanford descubrió un patrón claro: las especies más singulares son las más amenazadas.
La causa principal no es un misterio: la sobrepesca industrial. Las flotas depredadoras, amparadas por la indiferencia política y las etiquetas de “pesca sostenible”, esquilman los mares para surtir de carne, colágeno y aletas a un mercado global insaciable. En nombre del beneficio, el capitalismo convierte el océano en una fábrica sin alma, donde toda forma de vida termina siendo mercancía.
Jonathan Payne, coautor del estudio, lo resume con brutal claridad: “Estamos deshaciendo millones de años de trabajo evolutivo”. Lo que desaparece no es solo la biodiversidad, sino también el conocimiento biológico acumulado por la naturaleza: estructuras óseas, tejidos, estrategias de supervivencia que podrían inspirar tratamientos médicos o materiales innovadores.
Cada extinción es una amputación del futuro.
Los investigadores alertan de que si se mantiene la tendencia, los tiburones que sobrevivan serán todos similares, de tamaño medio y dieta generalista, incapaces de cumplir el papel que antes jugaban los especialistas. El océano se convertirá en un desierto azul, lleno de cuerpos repetidos y vacíos de sentido ecológico.
UNA LECCIÓN DE MEMORIA BIOLÓGICA
El estudio ofrece, sin embargo, una pequeña rendija de esperanza. Casos como el del elefante marino del norte, que pasó de 20 individuos a más de 150.000 tras prohibirse su caza, demuestran que la recuperación es posible si se actúa con decisión política y voluntad social.
Pero mientras la mayoría de gobiernos sigan defendiendo los intereses de las flotas pesqueras y la economía siga priorizando el lucro inmediato, esa esperanza será un espejismo. Salvar a los tiburones no es una cuestión de romanticismo ecológico: es una cuestión de supervivencia colectiva.
Cada aleta que se corta, cada red que arrasa con el fondo marino, nos recuerda lo mismo: no hay capitalismo azul, ni sostenibilidad posible en un sistema que vive de destruir.
Cuando el último tiburón caiga, el océano será solo un espejo vacío donde se refleje nuestra arrogancia.